Hace un par de días leí un famoso relato de Borges, El Aleph. Para mí, el corazón del texto es la heterogénea enumeración que el autor utiliza para esbozar el Aleph, o quizás debería decir el Universo. Me recordó a una enumeración también abigarrada de Henry Miller en su Trópico de Cáncer, utilizada para describir la esencia de una persona. Ambas listas me impactaron profundamente y realmente me hicieron sentir que leía a grandes autores. Si acaso yo no hubiera estado avisada de la calidad literaria de Borges y Miller, me habría dado cuenta al leer esos fragmentos.
Es posible que la creatividad de cada escritor pueda ser medida en base al grado de heterogeneidad que es capaz de configurar en una lista de cosas. La capacidad de exceder los límites, de colorear saliéndose del borde, es mucho de lo mágico que tiene el ser humano. "Saltos fuera del sistema", lo llamaba Hofstadter en su obra GEB, hablando de cómo una persona resuelve acertijos. Fabricar una descripción verosímil y heterogénea requiere de esta capacidad continuamente. Alguien poco creativo podría sugerir una lista parecida a ésta ("loco, desgarrador, rojo, fuerte, intenso") para describir un concepto escurridizo, como puede ser un sentimiento. Borges, en su descripción del Aleph (léase todo el Universo), dice:
[...] Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemon Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página [...]
Y Miller, para describir a Tania:
Tania es una fiebre también: les voies urinaires, Café de la Liberté, Place des Vosges, corbatas brillantes en el Boulevard Montparnasse, cuartos de baño oscuros, oporto seco, cigarrillos Abdullah, el adagio de la sonata Pathétique, amplificadores auriculares, sesiones anecdóticas, pechos de siena rojiza, ligas gruesas, qué hora es, faisanes dorados rellenos de castañas, dedos de tafetán, crepúsculos vaporosos que se vuelven acebo, acromegalia, cáncer y delirio, velos cálidos, fichas de póquer, alfombras de sangre y muslos suaves.
Los propósitos que subyacen a tan heterogénas listas no pueden ser otros que los intentos de definir un concepto vasto y vago como el universo o la luz de una persona. Una atmósfera entera, algo que trasciende un simple hecho o sensación puntual. Un sistema completo. Quizás sólo los menos puedan abordar tal empresa con éxito.