26 de julio de 2010

Cualidades inefables

Si hay algo que siempre ha supuesto para mí un asombro es el empecinamiento del ser humano en ponerle nombre a cualquier cosa que pueda aparecerse por la mente. No pocas veces me he sorprendido al descubrir expresiones referidas a conceptos que yo tenía por personales, transformando así la inefabilidad de mis pensamientos en una partícula única y compartida. El lenguaje es, a su modo, un buen ejemplo de democracia, y cuando la mayoría de miembros de cualquier grupo siente la necesidad de referirse a un concepto asiduamente, se produce un bautizo social paulatino que acaba por crear una entrada en el diccionario.

Afortunadamente, esas ideas que surgen en las mentes humanas suelen ser compartidas en un grado importante (en caso contrario, sería complicado aprender idiomas, ya que careceríamos de términos equivalentes y tendríamos que manejarnos con definiciones completas). Sucede en ocasiones que en un idioma hay palabras sin referente en otras lenguas, fenómeno que igualmente merece una gran dosis de curiosidad, ya que refleja las diferentes necesidades lingüísticas y, en definitiva, la forma de vivir o idiosincrasia de un grupo. Supongo que, mientras más palabras comparten dos lenguajes, más parecidas son las culturas a ellos asociadas, en una correlación muy fuerte.

Cuando surge la necesidad de nombrar algo especialmente inefable, como puede ser un sentimiento visceral o conmoción del espíritu, es cuando aparecen los términos más misteriosos. Es el caso de las cualidades de los diferentes géneros musicales, referidas por lo general a una emoción interna, ritmo o actitud que reside en los intérpretes o en los propios temas.

En el flamenco, por ejemplo, encontramos el término duende. Según Domingo Manfredi Cano, el duende es 
una situación en la que el cantaor alcanza los límites del trance y transmite a sus oyentes una carga emocional de tal naturaleza que los arrastra al paroxismo, límite con la locura, es cuando los oyentes se rasgan la camisa a tirones y los hombres más enteros, se secan los lagrimones a manotazos


Por su parte, a todos nos es familiar el término flow, acuñado al abrigo del rap y el hip hop y mencionado a menudo dentro de los propios temas que obedecen a este género. Es el caso de Lil' Kim en las primeras líneas de Lady Marmalade:
Where's all my soul sisters, let me hear y'all flow sisters
Flow significa flujo o fluir en inglés y quien haya escuchado este tipo de música puede entender íntimamente a lo que se refiere sin entrar en definiciones.

Por su parte, los términos swing y groove se usan a menudo como sinónimos. El primero surge dentro del contexto del jazz y el segundo se utiliza para el funk o el rock. El glosario Jazz in America define el swing como
cuando un artista o grupo actúa con coordinación rítmica, de manera que inspira una respuesta visceral en el oyente (los pies y la cabeza se mueven), un irresistible optimismo que trasciende la mera definición verbal


La palabra groove se utiliza de un modo parecido, para referirse al aspecto musical que le hace a uno moverse o bailar.

Por su parte, tumbao se utiliza en salsa para describir el impulso al baile que ésta genera en caso de estar conseguida. Proviene del término homónimo afro-cubano, que denota al ritmo producido por los bajos y las tumbadoras. Por último, riddim, utilizado de forma similar en el reggae, es un término jamaicano derivado del inglés rhythm.

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy interesantes sí. Yo había leído o escuchado algún término (por ejemplo flow) pero no me había parado a reflexionar sobre ello.

Mi favorito de los que has puesto es, sin duda, el duende: me encantaría sentir la necesidad de rasgarme las vestiduras por un "cantaor" al tiempo que me seco los lagrimones de la emoción :D (qué visión más penosa...)

Aunque no has mencionado el más importante de todos: ¡¡¡ el perreo !!! xDD

Un besitoo :)