11 de noviembre de 2007

El típico nombre sueco

Un gran acontecimiento nos aguardaba ayer por la mañana en casa. Madrugamos, nos vestimos de domingo, nos rellenamos con café (necesario tras apenas seis horitas de sueño), y partimos.

¡¡Por fin íbamos a IKEA!!

Yo ya tenía muchas ganas de ir, y más aún desde que supe que Rafalillo ya había ido y se había comprado su estantería Estrungen. Me entró la envidia, qué le vamos a hacer. A mí no me hacían falta estanterías, pero sólo por ir el viaje merecía la pena. Es como ir al extranjero.

Cuando estábamos llegando sólo temíamos encontrarnos el gran atasco que habían venido anunciando los primeros días que estuvo abierta la "tienda". Nuestros ojos examinaban el horizonte en busca de infinitas filas de coches transportando a familias resignadas, vestidas de domingo y rellenadas con café, que aguardaban impacientes su primera vez en esta colonia sueca. Sin embargo, nuestros rezos hicieron efecto: apenas hubo una filita de cuatro coches al entrar al aparcamiento.

Ingenuos de nosotros, no pensábamos que el gran atasco iba a ser humano, y que iba a localizarse en la entrada de la tienda. La cola para entrar era como esas de los parques temáticos/acuáticos, con barreras para que la fila vaya en zig-zag y muchas caras de agobio. Sólo faltaban los típicos cartelitos de "a partir de aquí le quedan 90 minutos de espera". Llegados a cierto punto de desesperación, los guardias de seguridad empezaron a repartir botellas de agua a las criaturas deshidratadas que osaban esperar, entre las que, por supuesto, nos encontrábamos nosotros. Al fin, cuando el guardia-armario de la entrada (¿también lo venderían dentro?) nos dejó pasar dentro de un grupo de diez personas (al estilo del pasaje del terror del tívoli), conseguimos entrar.

Como diría mi padre, para poder comprar en IKEA tienes que bailar la danza de la lluvia, como poco. Sólo tuve que coger una libretita, un lápiz, una cinta métrica, un bolso amarillo, un carrito para el bolso amarillo, un catálogo de préstamo y, por último, a mi padre, que se había quedado pillado en el centro del recinto con cara de susto. La mujer que vigilaba las escaleras mecánicas (porque en IKEA tienen personal para todo, excepto para atenderte dentro de la tienda) se rió al ver a mi padre. No sé si por pena, crueldad o simple costumbre le dijo "Bienvenido a la República Independiente de tu casa". Jé.

Cuando subimos las escaleras, por fin estábamos en la exposición. Un paraíso de sofás, estanterías, mesas y cojines se abría ante nuestros ojos. Una variedad de productos increíble, la muchedumbre apiñada, un fenómeno de masas. Al fin entrábamos allí: nos esperaba una jornada increíble, incluso puede que comiéramos en el gran restaurante.

A los cinco minutos, mi madre dijo: Yo ya me estoy hartando.
Yo barrunto que sería porque, realmente, a nosotros no nos hacían falta muebles. Pero, creedme, la primera conclusión seria que uno saca cuando va allí es que el 80% de los malagueños estaba viviendo en casas sin amueblar antes de la llegada de IKEA.

A mí lo que más me gustó fue lo de las mini-casas que tienen allí montadas. La primera era de 55 metros cuadrados, anunciada con un cartel que decía: nuestra solución. La solución consistía en un sofá para dos en una casa de tres, la lavadora encima del váter y una cama a cuatro centímetros del techo. Cojonudo. La siguiente mini-casa que tenían montada, más acorde con los últimos tiempos, era de 30 metros. Aquí ya había ciertas cosas que no podías permitirte, como por ejemplo: engordar. Si se te ocurre engordar medio quilo viviendo en esa casa te ocurre una cosa muy graciosa: ya no puedes ducharte. En serio, en la ducha esa “no se cabe”.

Pero bueno, no estuvo mal la cosa. Al final compramos unas cuantas cosas totalmente innecesarias, pero que estaban baratas. Era nuestra recompensa. También agradecimos que la música que tenían puesta fuera normal. Porque, ¿os imagináis todo el rato con la musiquilla esa de “esto no se toooca mira con esto no se jueeega...”?

Cuando salimos de allí (¡sí, se puede!), nos dimos cuenta de la gran distancia a la que habíamos aparcado el coche. No importó, porque mi padre se puso a cantar (mi padre es que canta mucho) una canción inventada, que decía algo así como:

"¡Qué felices somos! ¡Tenemos nuestro espejo Jaänden, nuestras cucharas de madera Haisên, y nuestra alfombra Raikkonnen! ¡¡¡LA VIDA ES BELLA!!!"

En fin... A mi padre en ironía no le gana nadie...

8 comentarios:

Rafalillo dijo...

Pues sí, yo era uno de los malagueños que esperó un largo tiempo a que llegara IKEA para comprar muebles, aproximadamente un año. Aunque realmente yo no quería esperar, era mi madre la que quería comprar en esta tienda. Entrar en mi cuarto era una especie de odisea; yo sólo os digo que tenía libros y revistas por los suelos, literalmente. Al final la estantería me ha venido como anillo al dedo, pero ahora me encuentro que todavía me falta sitio para todo lo que tengo en mi cuarto. Parece que los libros se lo montan a mis espaldas, como si cobraran vida emulando a Toy Story, aunque en mi caso sería Book Story. En fin, parece que esta semana mi madre volverá al asalto de IKEA para comprar más estanterías para ponerlas en la salita. Falta hace.

Unknown dijo...

Toda una experiencia... ¡Ni ir a Mordor fue tan complicado!

Yo quiero ir un día de estos (a Ikea, no a Mordor, aunque bueno...), pero supongo que esperaré a que el resto de malagueños amueblen por fin sus casas, que ya era hora. Si es que lo dejan todo para última hora...

Besitoos :)

Israelem dijo...

Jaja, no he ido a Ikea todavía, aunque he pasado por delante varias veces, le han hecho una rotonda y todo ¡qué mono!

¿De verdad es una república independiente? Yo creo que es una embajada encubierta...

Ikea es un plan para dominar el mundo, ¡si es que estos suecos!

Anónimo dijo...

¿Porque cada vez que leo Ikea recuerdo la peli de El Club de la Lucha? Justo aquella escena en la que se ve como el prota cambia toda su casa gracias a Ikea y su insomnio.

En fin, algún día pondré el pie en esta tienda. Y ese día será el día que necesite ordenar mi habitación. xD

Saludos.

Unknown dijo...

Muy buena peli, el Club de la Lucha. Estoy en proceso de convencer a Fran para verla...

Pero lo dicho, sed sensatos y esperad a que la gente compre sus muebles... Y si no podéis esperad, os aconsejo que antes de ir a Ikea estéis comiendo carne durante una semana y que la noche antes durmáis diez horas.

Rafalillo dijo...

Lo que os dije: mi madre ha vuelto hoy a IKEA y se ha traído una estantería para la salita.
Saludos!

Mariscal dijo...

que curioso es esto ehhh.... el otro día leí por ahí que en una ciudad de china, creo, murieron unas cuantas personas a la entrada de un supermercado, por aplastamiento, porque dicha tienda tenía una super-oferta en el aceite.... pero claro, en china no hay presupuesto para armarios-seguratas...

En fin, ya me invitareís a vuestras casas para ver los cambios :P

Letuchi dijo...

Que pasa que soy de las únicas personas que viven en Málaga y no van a comprar compulsivamente a IKEA??? La verdad es que tengo ganas de ir, y llevo dos fines de semana queriendo ir, y al final me quedo en casita, pero con las referencias aqui dichas, va a ser que tengo que ir. Ya contaré mi experiencia IKEA(o eso espero) Saludos a todos lo blogspoters ;P